Cinco cosas importantes que debemos enseñar a los hijos

CARLOSPAJUELO (http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/)
PUBLICADO CON LA AUTORIZACIÓN DEL AUTOR

Algunas veces he escuchado a algunos padres decir “he fracasado como padre”, y esto lo dicen padres de niños, de adolescentes, padres de jóvenes y, a veces, hasta padres de adultos. Ante  esa afirmación siempre pregunto lo mismo: ¿por qué dices eso?  La respuesta, curiosamente,  suele incluir esta idea: “no he sabido inculcarle“.
Este sentimiento de fracaso, además de restar confianza a los padres, sirve a menudo para culpabilizar a los hijos. Y el coctel “falta de confianza” más “culpabilización” genera resacas de larga, muy larga duración.
 La tarea de ser padres no es  construir hijos sino ayudar a que los hijos se construyan a sí mismos. Desde esta perspectiva, realmente ¿fracasan los padres?  La vida de nuestros hijos les pertenece a ellos, y los padres no podemos vivir la vida de nuestros hijos porque, si lo hiciéramos, quizás no se equivocaran, pero lo que es seguro es que los privaríamos de vivir su vidaque, por cierto, es una forma de ser desgraciado/a.
El fracaso como padres, no reside en lo que nuestros hijos hacen, o dejan de hacer,  ni en lo que los padres olvidamos que hemos hecho. En todo caso, reside en no dejar que nuestros hijos sean los dueños de sus aciertos y de sus errores.
Por otro lado, algunos padres vamos olvidando mientras nuestros hijos se van haciendo mayores las  cosas que les hemos enseñado con tanto esfuerzo y con tanto cariño en su infancia y adolescencia.  El olvido nos puede volver rígidos, incluso resentidos y el resentimiento conlleva el peligro  de “perdernos” la vida que nuestros hijos adultos  han decidido, libremente, vivir. Pero olvidar no es fracasar.

            ¿Y qué cosas son las que debemos enseñar a los hijos, y que los padres no debemos olvidar?

1)  Les enseñamos a decir te quiero.  Querer es para toda la vida y se quiere a los hijos porque son nuestros hijos, y no por lo que hacen, ya que lo que hacen es parte de la vida de nuestros hijos: Su propia vida.  Nuestros hijos no son nuestras ilusiones ni nuestras metas.  Escuchar a adolescentes decir que se sienten mal porque no han sido capaces de satisfacer las expectativas que sus padres tenían depositados en ellos es algo habitual en estos días de búsqueda de nota media en la cercana Selectividad.

2)  Les enseñamos el valor que tiene guiar. Los guiamos  cuando son pequeños y, cuando son adultos, nuestra  luz sigue ahí dispuesta a guiar.  Los padres somos faros, no para evitar que nuestros hijos se pierdan, sino porque sabemos que es posible que se puedan perder y, en ese momento,  es cuando más necesitan que nuestra luz brille. La luz dice dónde estamos los padres para que nuestros hijos siempre lo tengan en cuenta. No indica hacia dónde tienen que ir, porque el camino que escogimos los padres es sólo nuestro camino.

3) Les enseñamos que los aceptamos tal y como son.  Nuestra  imperfección nos ayuda a ser comprensivos con las imperfecciones de los que nos rodean. Les apoyamos y confiamos en su capacidad para tomar decisiones en función de su edad. Confiamos en que educamos para que nuestros hijos sean capaces de vivir su vida y tomar sus propias decisiones.  Confiamos  en su capacidad para afrontar los reveses que, sin duda alguna, les acarreará tomar determinadas decisiones.

 4) Les enseñamos el valor del  respeto, respetando sus ideas, sus creencias. Respetar no es sinónimo de compartir. Aceptamos y valoramos que nuestros hijos piensen, aunque sea de forma diferente a nosotros, o que tengan creencias y gustos diferentes a las nuestros.  Las parejas de nuestros hijos, sus creencias, sus opciones políticas no deberían de ser nunca una frontera.

 5) Les enseñamos la disponibilidad que los padres tenemos siempre para nuestros hijos, que siempre seremos menos rencorosos, siempre tendremos los brazos abiertos, que no nos cansaremos de dar pasos que nos acerquen a ellos, que aceptamos, por ser padres, que nos corresponde siempre la tarea de construir puentes.

 La vida es fugaz, los hijos nos gastan las hojas del calendario a un ritmo vertiginoso. ¿De verdad crees que has fracasado como padre? ¿No será que has olvidado todo lo que les has enseñado?