O efecto Pigmalion

Autoría: Laura Cifuentes
Republicado con autorización de http://www.escueladesuperpadres.es/

Torpe, negada, incapaz o irresponsable son algunas de las etiquetas que alguna vez hemos podido utilizar a la hora de referirnos a algún niño, nuestros propios hijos, pareja, amigos o incluso nos han “etiquetado” así a nosotros en algún momento de nuestra vida.

En ocasiones, sin ser plenamente conscientes, juzgamos y ponemos etiquetas a los niños de forma prematura, condicionando su comportamiento futuro. Esto se debe a un conocido fenómeno llamado Efecto Pigmalion.
A nivel general, dicho efecto viene a explicar cómo nuestras expectativas sobre alguien pueden influir en el rendimiento o el comportamiento de esa persona.
Pongamos dos ejemplos:
Ejemplo 1: La mamá de María está convencida de que a su hija, las matemáticas jamás se le darán bien. De hecho algunas veces, sin poder evitarlo, le dice “María, si es que eres torpe y lenta con las matemáticas hija, te tiras toda la tarde con los deberes”
Ejemplo 2: La mamá de Celia sabe que a su hija se le dan mal las matemáticas pero intenta animarla diciéndole “Venga cariño, si estudias más y te esfuerzas, seguro que podrás sacarlas”
¿Qué diferencia crees que hay entre ellas?
Nos parece obvio que no es lo mismo que piensen de nosotros que somos capaces de hacer algo, que lo contrario, que crean que no podemos hacerlo. Aún así, a veces lo olvidamos y no tenemos en cuenta que una persona desarrolla la visión de sí mismo en función de las expectativas que los adultos depositan sobre ellos. Es decir, un niño va formando el concepto que tiene de sí mismo en relación a las valoraciones que recibe de sus padres, tíos, abuelos y profesores.
Si desde pequeño recibe la idea de que no es capaz de hacer determinada cosa, muy probablemente acabe siendo incapaz de poder hacerla y no necesariamente porque no tenga las habilidades suficientes, sino porque su entorno le está transmitiendo ese mensaje que no le invitará a siquiera intentarlo, ser constante, probar suerte, etc.
Por todo lo anterior, tenemos que tener cuidado a la hora de referirnos a la capacidad o habilidad de un niño y sobretodo intentar que nuestro efecto Pigmalion sea positivo:
1.       Elogia sus capacidades y habilidades
2.       Anímale a hacer las cosas por sí solo
3.       Permitirle que lo siga intentando y acompáñale si necesita tu ayuda
4.       Ayúdale a aprender de los errores