Isto é o que hai

Republicado con autorización de: http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/
Autor: Carlos Pajuelo


¿Alguna vez estás temerosa o temeroso por la reacción que pueda mostrar tu hijo cuando le vas a pedir, decir, preguntar algo?, ¿Llevas en tu bolso alguna chuminada que usas como un “kit antipollo” por si tu criatura te monta un número por la calle?, ¿Eres de lo que creen que la tarea de ser padres consiste en hacer felices a los hijos? Si has respondido que sí a alguna de estas preguntas, sin duda, necesitas utilizar en tu repertorio educativo la frase:

  “esto es lo que hay”.


¿En qué consiste? Pues sencillamente en presentarles a los hijos algunas situaciones de la vida cotidiana como actividades que no se pueden cambiar, aunque estas situaciones les generen malestar o disgusto. Por ejemplo, para merendar toca fruta y tu criatura comienza a descontrolarse gritando que no quiere eso, entonces tú, con toda tranquilidad, le dices: “Esto es lo que hay”. Que quieren ver la tele  y no es el horario que les tienes marcado para poder hacerlo, desconectas la tele y les dices: “esto es lo que hay”.
Se trata de enseñar a los hijos que en nuestra vida no siempre vamos a hacer lo que nos apetece, que no siempre es posible elegir y que hay situaciones que o las aceptas o las rechazas pero no hay posibilidad de cambiarlas por otras. Vamos, en pocas palabras, enseñar a los hijos a afrontar que en la vida cotidiana hay malestar con el que hay que convivir.

¿Cómo actuar? Con tranquilidad, seguridad y firmeza. (Ya sabes, controlando la ingurgitación yugular) Pero te recuerdo que tu criatura ya tiene hecho un máster sobre cómo salirse con la suya y por lo tanto va a poner a prueba tu capacidad de mantener la tranquilidad, la seguridad y la firmeza. Recuerda que cuando le pones límites a tu hijo es normal que se enfade, tenga un berrinche, de un portazo,  pero tú estás educando, que además es lo que tienes que hacer, así que no te enfades por hacer lo que tienes que hacer. Tranquilidad porque  “esto es lo que hay”.
¿Para qué? Para que tu criatura no se vuelva un déspota; para que aprenda a tolerar la frustración por no poder alcanzar lo que desea; para que aprenda a auto regular su conducta; para que aprenda a entender las necesidades de los otros; para que no sea un indolente caprichoso/a que no tuvo la suerte de tener unos padres que mostraron su cariño poniendo límites en vez de mirar hacia otro lado para que su criatura no sufriera, con argumentos del tipo “es tan pequeño aún”, “qué más da, ya tendrá tiempo de aprenderlo”, “por no escucharte, que eres muy cansino”, etc.  Los padres que aman a sus hijos no les evitan las lágrimas sino que les proveen de pañuelo mientras les muestran apoyo y comprensión ante esas lágrimas. Esto es lo que hay.
Esto es lo que hay, no te engañes no es fácil ni sencillo pero los hijos crecen y por desgracia nos encontramos con adolescentes, y algo más que adolescentes, desnortados porque, por temor o comodidad, nadie les señaló nunca que “esto es lo que hay”. Y no son mejores padres los que esconden el sufrimiento y malestar a sus hijos sino aquellos que los preparan para afrontarlo.


Queridos padres y madres, nuestros hijos viven en este mundo, un mundo de sombras y luces,  las luces son muy bonitas y a los hijos les encanta que sus padres los iluminen pero tus hijos también necesitan aprender a tolerar las sombras y esto, esto es lo que hay.

Os fillos que van a estudar fóra de casa

Republicado con autorización de: http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/
Autor: Carlos Pajuelo

Pues sí, muchos padres y madres se enfrentan en estos días al hecho de que sus retoños, aunque les parezcan aún unos “críos” se van a vivir, transitoriamente, fuera de casa.
Se van los hijos, desde el mismo día que nacieron todo lo que aprenden tiene como objetivo ser independientes, construir su propia vida. Y llegó ese momento, tu príncipe o tu princesa, cambia de castillo.

Se van fuera de casa y a los padres nos entra un cierto “canguelo” porque, de repente, se nos viene a la cabeza todas sus limitaciones, reales e imaginarias, “pero si no se sabe hacer la cama, pero si mira como tiene su cuarto, pero si  no le hago la cena no cena, etc”.

Cómo actuar

Con confianza. Está claro que tu hijo puede hacer absolutamente las cosas que en tu casa no hace (porque ya las haces tú). Confianza en que sabrá organizarse. Confianza en que sabrá responder a los retos que se le presenten. Confianza en que será capaz de hacer frente a los buenos y a los malos momentos por los que, si o si, tendrá que pasar.
Con seguridad. Tienes que trasmitir a tu hijo que estáis convencidos de que está preparado para esta nueva etapa de su vida. Así que procura no ser “pájaro de mal agüero” anunciando calamidades.
Con normas. Si, tu hijo está fuera pero eso no quiere decir que no existan las normas. Una fundamental, está fuera para estudiar. A mí me llama la atención que muchos padres y madres asumen ya que el primer año es de “preparación” con lo que les trasmiten a sus hijos la idea de que se pueden relajar. Tu hijo debe de saber con claridad meridiana lo que supone de coste a las arcas familiares que esté estudiando fuera ( o en casa). Tu hijo tiene que saber que sus padres están dispuestos a hacer ese esfuerzo por sus hijos pero ellos tienen la obligación de hacerse corresponsables de ese esfuerzo.
Por esta razón hay que hacerles ver que el compromiso es mutuo. Yo doy y tú das. Hacerse mayor es lo que tiene que uno se ha de responsabilizar de sus actos, flaco favor le hacemos a los hijos si los padres miramos hacia otro lado.
Crecen, los hijos crecen. Y cada vez nos necesitan menos y cada vez tienen que hacerse cargo de ellos mismos. Sufrirán, claro que sí y te enterarás de ello pero también se divertirán (y eso te lo contarán menos).
Pasa la vida. Así que a vivir.

Os fillos que non falan aos seus pais... e viceversa

Republicado con autorización de: http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/
Autor: Carlos Pajuelo

“Mi hija no me habla”, esto es lo que me dijo, el otro día, una amiga que estaba preocupada porque su hija se había enfadado con ella, por cualquiera de los infinitos motivos que un hijo puede encontrar para dejar de hablarles a sus padres, y que esa actitud de rebeldía silenciosa se iba acentuando con el paso de los días. Me dijo que estaba desesperada y que no sabía qué podía hacer, “Carlos, ¿qué puedo hacer?”. Y yo le pregunté, “¿y tú le hablas a ella? Pues tampoco, me dijo tajantemente.
Educar hijos, sobre todo cuando éstos son adolescentes o postadolescentes (que son esos que ya son más mayores y viven en nuestras casas a menudo como si estuvieran en un hostal, eso si hostal con servicio de lavandería y cocina), es una tarea en la que inevitablemente surgen los conflictos y más de una vez utilizamos como forma de resolver ese conflicto el silencio. Nos dejamos de hablar hasta que se nos pase el enfado.

A veces, ese enfado se enquista y se hace continuo en el tiempo. Conozco alguna historia triste de padres e hijos que no se hablaban y en ese tiempo de pertinaz silencio un accidente, una  doméstica tragedia,  se lleva por delante la vida de un padre o de un hijo que no se hablaban y que desde ese momento nunca más podrán hacerlo. Nuestra vida es frágil, la vida no se detiene, no hay posibilidad de dar al botón de “pausa”. Se vive, se vive tal y como la vivimos.  Y esto, te recuerdo, lo enseñamos los padres desde que nuestros hijos son pequeños. No lo olvides.

Qué hacer si tu hijo no te habla

En primer lugar, entender las razones de su enfado, aunque a ti no te parezcan suficiente, es SU enfado. Entender no significa que estés de acuerdo. No le digas que ese es un comportamiento pueril, que no tiene razón, etc., etc. Todos tenemos derecho a sentirnos enfadados o molestos.
En segundo lugar, una vez que conocemos la causa de su enfado podemos determinar si debemos de dar alguna explicación o disculparnos, de pedir perdón porque nuestro comportamiento haya molestado, te recuerdo que a veces los padres decimos cosas a nuestros hijos que llevan una carga considerable de “mala leche” o bien, podemos decirle a nuestros hijos que entendemos que les haya molestado nuestra acción o nuestra decisión pero que eso es parte de nuestra tarea de educar.
En tercer lugar, tú no dejes de hablarle. Aunque no te conteste. Háblale. ¿Qué no te llama por teléfono?, pues llama tú, no de manera insistente pero si frecuente. Mantén siempre la disposición al diálogo. Siempre. Sin desaliento, sin desanimo.
En cuarto lugar, no olvides que tener diferentes ideas políticas, diferentes estilos de vida no significa que tu hijo o hija estén equivocados. Enseña, practicando, el respeto a lo que es diferente a ti. Todos los padres deseamos que nuestros hijos tengan sus propias convicciones para que sean menos influenciables y el día que tienen sus propias ideas, ¿los vas a criticar?
En quinto lugar, padres e hijos tenemos derecho a estar enfadados. Pero hasta estando enfadados podemos encontrar la manera de continuar hablando a los que más queremos. Así le enseñaras a tus hijos que el rencor es un lastre.

¿No le hablas a tu hijos? Ya estás tardando, llama. Eso es dar ejemplo.

Educar fillos: outra forma de adelgazar e aprender idiomas

Republicado con autorización de: http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/
Autor: Carlos Pajuelo

Todos los Septiembres se inician con los mismos buenos propósitos, perder kilos, unos kilos que ya nos tienen tanto cariño que les cuesta trabajo dejarnos; aprender idiomas para que se nos quite de la cara esa sonrisa tontorrona que se nos pone cuando no nos estamos enterando de nada de lo que nos dicen cada vez que viajamos a otros países; y por último, superar ese síndrome postvacacional que fundamentalmente aparece en los telediarios o iniciar un coleccionable que nunca terminará de coleccionarse.
¡Qué buenos propósitos nos inspira Septiembre!
Con los hijos nos ocurre igual, ya llevamos varios días pensando lo que este curso vamos a hacer, pase lo que pase y le pese a quién le pese. Dándonos ánimos, diciéndonos que este curso no vamos a cometer los errores que cometimos en el pasado: “Hijo, curso nuevo. Vamos a empezar bien”.
Pero la verdad es que la cabra tira al monte y algunos padres y madres también.
Comienza el curso nuevo y te recuerdo solo tres cositas:
Tus hijos necesitan educación, esto quiere decir que necesitan modelos de comportamientos correctos, estables y sistemáticos. Nuestros hijos aprenden de lo que ven hacer a sus padres. Si, por eso educar, a veces, es tan agotador porque nos exige estar alerta, atentos a lo que hacemos y decimos delante de ellos.
Tus hijos necesitan responsabilizarse, de manera progresiva, de su propia vida. Para ello necesitan normas y límites que les sirvan de guía.  Responsabilizarse progresivamente de sus estudios es tarea de tus hijos y requieren tu ayuda para ello.

Tus hijos necesitan certeza de que algo les va a ocurrir cuando se salten las normas o no se hagan cargo de sus responsabilidades. El castigo no es una venganza, es una consecuencia. Y los hijos cuando están privados de hacer algo que les gustaría se enfadan, se cabrean, dejan de hablarte, despotrican. Así es la vida.  Pero tienen que aprender a tolerar la frustración  en sus propias carnes.

Educar adelgaza porque para educar hay que mover el culo; educar te ayuda a entender el idioma en el que hablan tus hijos y sobre todo, educar a tus hijos es el mejor coleccionable que vas a hacer en tu vida. Y por si fuera poco todo lo anterior, educando no te afecta el famoso síndrome postvacacional

Dos Juegos Reunidos Geyper ao Pokemon Go

Republicado con autorización de: http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/
Autor: Carlos Pajuelo

Las nuevas tecnologías introducen cambios en muchos de nuestros comportamientos cotidianos de tal manera que ya podemos hacer operaciones bancarias desde el móvil, hacer la compra, buscar novia/o, reservar un hotel, etc.
El mundo de los juegos también está influido por estos avances y todos los padres y madres somos testigos de cómo nuestros hijos se ven atraídos por estos juegos. Asistimos al fenómeno que ha supuesto el juego de Pokemon Go que nos trae como locos en la búsqueda de Pikachu y compañía por las calles y plazas de todas las ciudades.

Ante estas novedades es bastante habitual escuchar a personas echar pestes con las consabidas frases “estos niños no saben jugar ahora” mientras evocamos, al más puro estilo “heno de pravia” los juegos tan maravillosos a los que jugábamos cuando eramos zagales: el pincho, rayuela, el escondite, el burro, etc. Y sumidos en esa invasión de melancolía nos crecemos y hablamos del palo, de ese palo mágico que se transformaba de espada en fusil y de fusil en arco.  Luego, más tranquilos, terminamos el repaso con el monopoly, y como no, con los Juegos Reunidos Geyper. ¡qué infancias y adolescencias las nuestras!
Yo creo que es un síntoma de vejez muy claro eso de creer que nuestras infancias y adolescencias son mejores que las de nuestros hijos. Porque no son mejores, son simplemente diferentes.
Pokemon Go, como muchos otros juegos es una estupenda oportunidad de enseñar a nuestros hijos a utilizar las nuevas tecnologías y a utilizarlas de forma responsable.
Interésate por los juegos que les gustan a tus hijos, así, si a tus hijos les gusta el juego, sal con tu hijo a buscar Pokemon y así le podrás enseñar a poner límites de tiempo a los videojuegos.
Muestra interés por los diferentes tipos de Pokemon  que “caza”. Comparte su alegría, cuando descubra uno raro y hazla tuya. Aprovecha para que haga cálculo mental, los Pokemon dan para hacer muchas cuentas, haciéndoles preguntas diferentes. Que practique su memoria recordando nombres y evoluciones.
Andar y pasear por la ciudad es también una manera, no sólo de hacer ejercicio y salir de casa, sino también de descubrir lugares que tiene su “historia”.
Recuérdale que  hay normas que respetar y sobre todo enseñale a que se quede con ganas de seguir jugando. Aunque se enfade. Enséñale a que aprenda a diferir las recompensas.

La vida familiar se construye haciendo cosas en familia. Así que aprovecha la oportunidad que nos brinda la búsqueda de Pokemon para enseñar a nuestros hijos a “hacer familia” mientras aprenden a utilizar las nuevas tecnologías.
Compartir une, criticar y minusvalorar no.

Pokemon pasará, pero la infancia de nuestros hijos también pasa… ¿Te la vas a perder? , ¿te la vas a pasar poniéndoles pegas a sus juegos? Aprovecha para crear recuerdos para toda una vida.

Educar no respecto: "Non fillo, non somos mellores que os que pensan diferente"

Republicado con autorización de: http://blogs.hoy.es/escuela-de-padres/
Autor: Carlos Pajuelo



Esta tendencia patria a creernos poseedores de la razón genera el convencimiento de que nuestras ideas son siempre mejores que las de los demás, nuestros pensamientos más acertados, nuestro partido político el único que se salva de la mediocridad y nuestro equipo de futbol el único que defiende la esencia de lo que es el futbol. La razón es nuestra y los demás simplemente están equivocados o, lo que es peor, son unos “mierdas” o unos “gilipollas” que no tienen derecho a nada que nos molestan con sus creencias. 
Lo vemos en las redes sociales continuamente y en las tertulias de los medios de comunicación, lo vemos en nuestros trabajos, en los bares y, a veces, en nuestras casas. Un desprecio a lo diferente que lleva a situaciones extremas.
Los padres tenemos la obligación de educar a nuestros hijos y una de las bases de la educación reside en el respeto.
Respetar  a los demás defendiendo tus ideas, tus posiciones, tus creencias, mostrando el valor de tus ideas, tus argumentos y tus creencias. Y no denigrando, difamando, ofendiendo, a los que piensan de forma diferente.
Respetar tus ideas puede llevarte a hacer proselitismo de ellas, a defenderlas, a hacer de ellas tu modo de vida. Pero si no respetas las ideas de los demás, por mucho que te resulten molestas, por mucho que te creas superior moral o intelectualmente, solo serás un forofo, más o menos “hooligan” pero forofo.
Llamar “mierdas” a los que no piensan como tú solo demuestra nuestra propia incapacidad para defender nuestras ideas. Más defensa de nuestros valores y menos soberbia intelectual o moral.
Espectáculos de odio mutuo como al que hemos asistido con la reciente muerte de un torero son una evidencia de que aún tenemos mucho que aprender. Nos obligan a plantearnos qué es lo que queremos trasmitir a nuestros hijos.
Y entre tanto odio, nos encontramos con una bocanada de aire fresco, un niño portugués, con su bandera en la mano, nos dio una lección de empatía, de respeto, al finalizar la copa de Europa. Consoló a un hincha del equipo contrario que lloraba por su derrota y cuando se aseguró de que el perdedor ya no estaba presente desplegó su bandera. No quiso que su júbilo pudiera herir a otros. Si lo hace un niño lo podemos hacer todos. Si nos lo enseña un niño es que debe ser fácil enseñarlo. Mira a tus hijos y piensa si te gustaría que defendieran sus ideas ofendiendo a los demás. Pues da ejemplo.

Un ano escolar de éxito? da no cravo a comezos de curso

Republicado con autorización de: http://www.solohijos.com
Autora: Elena Roger Gamir

De la mano del coach Juanjo Zadel descubrí este pequeño cuento que me gusta utilizar con los adolescentes cuando no saben distinguir la información relevante de la no relevante, cuando le dan importancia a detalles que no lo tienen, cuando no saben ver el lado positivo de los problemas o las muchas soluciones divergentes a los mismos.
Pero en esta ocasión os la presento a vosotros, padres y madres, para que al principio de curso os replantéis algunos puntos de vuestro proyecto educativo que durante el curso pasado no funcionaron como debieron.

Una vez empezada la rutina, no es fácil parar, dedicar tiempo a reflexionar, a identificar puntos débiles y buscar soluciones. Entonces repetimos y repetimos errores que ya venimos arrastrando de otros años y que por comodidad, abandono o desconocimiento ya hemos integrado en nuestro proceso cognitivo: “esto es imposible cambiar”, “con mi familia esto no se puede hacer”, “ya lo he intentado y no hay forma de cambiar este hábito” …
No sigo. Mejor leer este sencillo pero ilustrativo cuento y continuamos luego.
La sal


El joven estaba muy triste y desubicado. Menuda racha tenía. Todo le pasaba a él. Menos mal que ese fin de semana, iba a visitar a sus padres y a su abuelo y desconectaría un poco. Esperaba, eso sí, que nadie le notara su estado de ánimo. No tenía ganas de hablar. Después de un día fantástico en familia, su abuelo se le acercó de manera discreta y le pidió que se llenase la mano de sal, la colocase en un vaso de agua y bebiese.
– ¿Cómo sabe? le preguntó su abuelo.
– Fuerte y desagradable respondió el joven.
El abuelo sonrió y le pidió que se llenase otra vez la mano de sal. Lo condujo hasta el lago cercano y le pidió que derramase la sal allí.
– Bebe un poco de esta agua ahora.
Mientras el agua se escurría por la barbilla del joven, el abuelo le volvió a preguntar:
– ¿Cómo sabe?
– Agradable, contestó el joven.
– ¿Sientes el sabor de la sal? le preguntó el abuelo.
– No. Le respondió el joven.
Los dos se sentaron y contemplaron en silencio el bonito paisaje. Después de algunos minutos, el abuelo le dijo al joven:
– Sí, el dolor existe…. Pero la intensidad depende de donde lo colocamos. Cuando sientas dolor o tristeza, aumenta el sentido de todo lo que está a tu alrededor. Verás que todo es relativo. En tu mano está ser del tamaño de un vaso o de un lago grande, amplio y sereno.

“Siempre me dices lo que hago mal…Y lo que hago bien, ¿qué?”


Nuestros hijos suelen decir que “solo vemos las cosas malas en ellos”, “que siempre les decimos lo que hacen mal” y en mucha parte tienen razón. Deberíamos replantearnos lo que queremos desarrollar en nuestros hijos porque quizás que saquen las mejores notas o que obedezcan a la primera no son los objetivos idóneos para ellos.
Enfocarnos en detalles y no en principios, actitudes o valores es un enfoque “relativo” y pequeño, es “beber en un vaso con agua y sal”. También decepcionante porque ni nuestros hijos son los mejores estudiantes del mundo ni los más obedientes. ¡Y menos mal!
Para que nuestros hijos sean este año “lagos grandes, amplios y serenos” debemos plantearnos más preguntas de las que estamos acostumbrados a hacernos:

 ¿Cuáles son los errores que más se han repetido este año con mi hijo? ¿Cuáles son los que todavía yo tengo pendiente? ¿Cómo puedo mejorar? ¿Sé lo que le molesta a mi familia de mi?
¿Qué puedo hacer para que mejore la convivencia en mi familia? ¿Qué puedo hacer para que mi familia sea más feliz? ¿Es mi hijo feliz? ¿Qué he hecho que no ha contribuido a que mi hijo sea una persona segura y que puedo hacer para ayudarle?
¿Cómo hemos resuelto los problemas en casa? ¿Con qué tipo de comunicación? ¿Nos hemos echado la culpa unos a otros?
 ¿Qué he hecho para que mi hijo se involucre en su cambio y no solo para que obedezca? ¿Para que aprenda a solucionar sus propios problemas y no sea dependiente de mi?
¿Hemos sido creativos buscando soluciones?
¿Hemos sido una familia/equipo o cada uno de nosotros ha buscado su camino por separado?
¿Realmente he sabido elegir las batallas con mis hijos?
¿Tengo la relación emocional con mi hijo que siempre desee? ¿He trabajado en la dirección correcta para conseguirlo?
¿Soy consciente de cómo aprende mi hijo? ¿Quizás debería cambiar mi manera de enseñarle?
¿Qué ha sido lo más difícil? ¿Y lo más fácil? ¿Y lo más entrañable o divertido? ¿Soy capaz de mejorarlo?
¿Para qué me ha servido este año? ¿Soy mejor padre y persona que hace un año? ¿Qué he aprendido? ¿Qué cosas debo modificar este año para que mi familia funcione mejor?¿En qué debo modificarme?

La metacognición, también para los padres


Con estas preguntas accedemos a la Metacognición: nos hacemos conscientes de nuestro propio aprendizaje como padres, identificando limitaciones, talentos, estrategias, conocimientos previos y nuevos, estableciendo una metodología para enfrentarnos a los nuevos desafíos que nos presente este nuevo curso.
Esto nos permite ver “un gran lago” en nuestros hijos, con perspectiva y paciencia, y no “un vaso lleno de agua salada”.
Como predica Robert Swartz, con estas preguntas nosotros como padres aprendemos analizando nuestro propio pensamiento. Con estas preguntas:

Nos hacemos conscientes del tipo de pensamiento que utilizamos para enfrentarnos a los problemas (¿Qué he aprendido?)
Describimos la estrategia empleada (¿Cómo lo he aprendido?)
Evaluamos la efectividad de las estrategias empleadas (¿Qué ha sido lo que más me ha costado y lo que menos?¿Lo más y menos eficaz?)
Podemos planificar y adelantar futuras intervenciones con nuestros hijos (¿Cómo puedo mejorar? ¿Cómo puedo evitar el error y ayudar a todos a crecer?)


Nuestra labor cómo padres incluye aprender estrategias para educar mejor a nuestros hijos. Aprender por ellos, aprender con ellos y aprender de ellos. 
¡Nosotros también estamos en continua formación! O deberíamos…

Nenos nunha sociedade consumista

Republicado con autorización de: http://www.mamapsicologainfantil.com/
Autora: Sara Tarrés

Vivimos en un mundo cambiante, en el que cada día aparecen nuevos productos destinados (supuestamente) a hacernos la vida un poco más fácil y cómoda. A diario nos bombardean con anuncios de alimentos, detergentes, electrodomésticos, coches, ropa, juegos, juguetes, revistas, coleccionables y cualquier otra cosa que deseemos o no. Vivimos permanentemente consumiendo ya sean artículos materiales de primera necesidad o contenidos multimedia destinados a satisfacer necesidades más hedonistas. Queramos o no estamos inmersos en una forma de vivir que puede provocar problemas de consumismo compulsivo donde los niños son las personas más vulnerables. Hoy reflexionamos sobre estos niños insaciables, deseosos de tenerlo todo.

¿Niños insaciables producto de nuestra sociedad consumista?

Nadie puede negar que vivimos en una sociedad que nos empuja, sin darnos cuenta, a consumir desenfrenadamente porque todo se queda obsoleto en una semana y debemos estar a la última si no queremos quedarnos atrás. Vivimos en una sociedad que nos impulsa a la insatisfacción permanente, capaz de enfermarnos y volvernos insaciables, deseosos de tener todo aquello que vemos. Y los niños, nuestros hijos, son las principales víctimas de esta forma de vivir.

Probablemente todos habremos visto o vivido en primera persona alguna rabieta o pataleta de un niñ@ pidiendo esto o aquello. Niñ@s frustrados por no obtener aquello que desean: una chuche, un muñeco o cualquier otro capricho. Estas escenas se dan todos los días, son hechos cotidianos y normales y casi nadie se extraña al verlos.
Ciertamente, las pataletas forman parte de la evolución normal de todos los niños y como sabemos van desapareciendo paulatinamente a medida que nuestros hijos se van haciendo mayores. Pero este no es el tema que quiero tratar hoy. No quiero debatir sobre el tema de las rabietas, tema que ya he tratado ámpliamente en otras ocasiones, hoy de lo que quiero hablar es de esos niños insaciables, de esos que piden, piden y piden y nunca tienen bastante. ¿Conoces a alguno de ellos?

La diferencia entre pedir y exigir es lo que caracteriza al niño insaciable.

Lo malo no es pedir, porque es normal que los niños deseen cosas y que verbalicen esos deseos o necesidades. El problema está cuando exigen, manipulan, sobornan o chantajean a sus padres o abuelos para que satisfagan cualquier necesidad que les surja en el momento que sea.
Padres, madres, abuel@s (educadores en general) deberíamos aprender a saber poner límites y decir no a muchas de las demandas de nuestros hijos. El no es una palabra que educa tanto como el sí, y esos no que debemos aprender a decir no tienen otro objetivo que el de impedir que nuestros pequeños se conviertan en devoradores compulsivos de cualquier producto que aparezca nuevo en el mercado (galletas, zumos, batidos, cromos, …) que al final acaba en cualquier rincón de casa.
Suplir con objetos materiales nuestra falta de tiempo es uno de los principales problemas y el que más fácilmente podemos cambiar. Si te sientes culpable por no pasar suficiente tiempo con tus hijos no les compenses con cosas materiales, esto se volverá en vuestra contra. Compensa con tiempo de calidad, no es necesario hacer grandes cosas: leer un cuento, hacer un pastel, un paseo en bici, sentaros en el sofá y comer palomitas, …

La fragilidad del niño insaciable

Deberíamos ser más conscientes de la fragilidad de nuestros hijos ante esta sociedad consumista que entre todos hemos construido. Deberíamos preocuparnos porque el modo que tenemos de vivir genera niños insaciables. Niños permanentemente insatisfechos con todo lo que tienen. Niños hambrientos de cosas materiales e insensibles a la riqueza que poseen: su familia, su grupo de amigos, sus hermanos, … Como madre por las edades en las que nuestros pequeños se muestran necesitados de más y más cosas cuando en realidad no las necesitan.

Porque comprar más no nos hace más felices, solo nos produce una satisfacción fugaz que da paso otra vez al vacío. Un vacío que queremos llenar comprando otra cosa. Este es el círculo vicioso al que nos arroja esta sociedad consumista. Saber decir no y aprender a que no es posible ni necesario tenerlo todo ayudará a nuestros hijos a no convertirse en unos niños insaciables.

Mamitis

Republicado con autorización de: http://www.mamapsicologainfantil.com/
Autora: Sara Tarrés
La mamitis aguda, como la solemos denominar, es una fase en la que nuestros hijos se sienten especialmente apegados a sus madres, lloran al separarse de nosotras y nadie más consigue consolarlos.
Con 21 meses, mi hijo no para ni un instante de decir “mami ,mami”. Se pasaría todo el día pegado a mi. Cuando desaparezco de su campo de visión se pone a llorar. Y cuando vuelve a verme se aferra a mis brazos como si tuviera miedo a perderme.

Sí, está pasando por una de las fases de “mamitis aguda.”

Cerca de los dos años los niños pasan por una etapa en la que solo quieren estar con mamá. Nadie más les consuela. Sólo mamá les proporciona la seguridad que necesitan y no quieren a nadie más, ni a papá. Es una fase pasajera aunque agotadora para las mamás que lo sufrimos, debemos afrontarla con paciencia y utilizar algunas estrategias para aumentar la confianza de nuestros pequeños, porqué al final todo pasará.
 Cuando solo quieren estar con mamá, cuando nuestros pequeños atraviesan esta fase de “mamitis aguda”, no creamos o pensemos que están rechazando a papá. Su conducta no es de rechazo, ya que en este momento evolutivo, nuestro hijo todavía no es capaz de ponerse en el lugar del otro. Cuando solo quiere a mamá, cuando solo quiere estar con nosotras, lo único que está haciendo nuestro hijo es una búsqueda de confianza que puede haber perdido por algún motivo como puede ser una enfermedad reciente.
No rechaza a papá, está pasando por una etapa en la que mamá es la única persona que le hace sentir totalmente seguro. Mamá es su figura de apego, desde el mismo instante que nació.

El apego, los lazos afectivos que creamos con nuestros hijos se forman desde su nacimiento (incluso antes). Nuestro bebé aprende que entre nuestros brazos se siente seguro, confortable y querido, que nada le va a pasar mientras esté en brazos de mamá. Y de este modo podemos observar como sobre los los  6-9 meses tienen su primera etapa de mamitis, cuando reaccionan ante los extraños llorando. 

En esta otra fase, alrededor de los dos años, nuestro hijo ha ganado en autonomía, puede desplazarse solo, ha empezado a hablar y a expresar sus gustos y preferencias. Frecuentamos el parque o va a la guardería, donde sin lugar a dudas debe relacionarse con otras personas, niños de su misma edad y personas mayores, sus cuidadoras… y lógicamente se sienten mejor si estamos cerca de ellos. A pesar de que nuestro hijo es más autónomo nos sigue necesitando igual que cuando era un bebé.

¿Qué es lo que puede desencadenar esta fase de “mamitis aguda”?

La “mamitis aguda” como vemos es una fase de inseguridad que atraviesa nuestro hijo, aferrándose a nosotras las mamás porque de este modo todo parece resultarle más fácil. Entre nuestros brazos está cómodo y seguro, siente que nada le puede ocurrir.
Algunos factores como por ejemplo:
·         la llegada de un hermanito,
·         el inicio de la guardería,
·         un resfriado o cualquier enfermedad que haya pasado recientemente,
·         mamá ha empezado a trabajar fuera de casa,
·         pasamos una temporada que debemos dejarlo con más frecuencia al cuidado de los abuelos,
·         un cambio de domicilio,
·        
pueden ser los desencadenantes de la reacciones típicas de la “mamitis aguda”.

¿Cuáles son los síntomas de la “mamitis aguda”?

Cuando nuestro hijo está en plena fase de mamitis aguda podremos saberlo porqué:
·         no deja de llamarnos la atención con sus constantes “mama, mama, mami, mami” …;
·         no quiere a nadie más que a mamá;
·         no quiere que le vista papá, ni la abuela ni nadie y si lo hacen es contra su voluntad;
·         quiere que le demos nosotras el desayuno, la comida, la merienda y la cena;
·         solo quiere jugar con nosotras;
·         llora o nos llama en el momento que desaparecemos de su campo visual;
·         manifiesta celos de su hermano mayor o menor e incluso de papá;
·         no nos deja hacer nada, solo quiere brazos y que estemos por él;
·         se nos agarra en las piernas mientras nos desplazamos por casa;
·        
Estos son algunos de los signos más evidentes de la “mamitis aguda”, fáciles de distinguir. Afortunadamente se trata solo de una simple fase pasajera y con solución.

¿Cómo solucionar la “mamitis aguda”?

A pesar de lo agotador y estresante que es para nosotras, las madres, vivir esta fase la verdad es que está en nuestras manos la solución. Sencillamente aplicaremos el sentido común.
Sabemos ya que la “mamitis aguda” es una pérdida de confianza, por tanto se trata de ayudar a nuestro hijo a recuperar su autonomía y seguridad. ¿Cómo lo hacemos? Jugando.
Podemos empezar jugando con nuestro niño, a lo que sea, con construcciones, con pelotas de colores, puzles o algo que sepamos que le gusta y le entretiene. Una vez iniciado el juego podemos levantarnos y separarnos de él unos centímetros, luego algún metro, sin dejar de hablarle para que note que estamos ahí con él. Y finalmente podemos dejarle solo en la habitación por unos instantes. Luego volveremos a buscarle.
Es importante también que aprenda a estar solo con papá y/o con los abuelos, así que debemos dejarles solos. Primero intentaremos que hagan cosas agradables, como jugar o leer cuentos y tras unos días ya podrán hacer cosas más rutinarias.


Se trata de una fase pasajera, nada que no consigamos remediar con un poco de paciencia, mano izquierda y cariño.