Educar, unha viaxe sen maletas

Autoría: Carlos Pajuelo
Republicado con autorización do autor

La poesía también nos ayuda a educar.  A veces, en un pequeño
poema cabe todo un tratado de educación y es que la verdadera
sabiduría se viste de palabras sencillas. Y por eso, sabios son los
poetas.


Hoy os quiero hablar de un lugar estupendo al que llevar de viaje a nuestros hijos, el viaje de nuestra vida. El viaje a Ítaca.
El viaje a Ítaca es el viaje con el destino más lejano (aunque  en kilómetros no lo parezca) y por esa razón, por ser un distante destino, tenemos que estar preparados para que se nos presenten todo tipo de peripecias. Lo mejor que tiene ese viaje es que vas a enfrentarte a imprevisibles acontecimientos y,  sin embargo,  no hay manera de hacerse un seguro que cubra todas las contingencias del viaje. Como no hay seguro, este viaje es una oportunidad para descubrir que ser valiente no es carecer de temor, sino impedir que el miedo sea el que decida. Un viaje en el que poder aprender que los valientes tienen miedo pero no viven asustados.
Un viaje en el que lo más importante no es llegar a la meta, viajando a Ítaca es necesario pararse a disfrutar de todos y cada uno de los nuevos paisajes. Paisajes que no se comparan, se disfrutan sin permitir que la impaciencia, las prisas, se adueñen del viaje. Llegar antes de hacer el camino es imposible. El mejor viaje es el que más te nutre mientras lo recorres.
Un viaje en el que hacer amigos, conocer a mucha gente y así poder aprender de la sabiduría de los que nos rodean. Todas las personas nos enseñan algo, a veces hasta lo que no debemos de hacer. Ese aprendizaje es impagable.
Un viaje en el que descubrir la cantidad de emociones que conforman la banda sonora de nuestra vida;
Un viaje para enriquecer todos los sentidos.
Por eso tenemos que desear que el camino sea largo;  son tantas cosas las que el viaje te ofrece que necesitamos todas y cada una de las horas del día para poderlas disfrutar.
Y en todos y cada uno de los días que dure este viaje hay que recordar que nuestro destino esa Ítaca porque allí queremos llegar. La mejor manera de no perderse en un viaje es saber a donde queremos llegar.
Así cuando llegues a Ítaca, a tu destino, tú y tus hijos enriquecidos con tal cúmulo  de experiencias, con tantos aprendizajes, es muy probable que nada de Ítaca os sorprenda.
Viendo Ítaca te darás cuenta que Ítaca es como todas las Ítacas, pero el camino que has recorrido,  es único, inolvidable, un camino que ha transformado la vida de tus hijos y la tuya.
Eso es educar: viajar a Ítaca.
Ah! Y no te preocupes, Disneylandia está de paso en el camino hacia Ítaca.

El poeta se llama Konstantino Kavafis y el poema  Viaje a Ítaca.


Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

C. P. Cavafis. Antología poética.
Alianza Editorial, Madrid 1999.
Edición y traducción, Pedro Bádenas de la Peña