O fllo único: ventaxas e desventaxas

 

Autoría: Lidia Ametller
Republicado con autorización de: http://www.psicologosantacoloma.es/

 


En la actualidad España se encuentra en la cola de natalidad de Europa: 1,3 hijos de media por familia y casi el 30% de familias tienen un solo hijo. A pesar de estos datos siguen habiendo tópicos alrededor del hijo único, como que es un mimado, un consentido, un mandón, egoísta, engreído, que se va a aburrir, etc.
La realidad es que la experiencia del hijo único tiene sus ventajas y sus inconvenientes (o riesgos), y es la educación que le den los padres la que será decisiva para el desarrollo de la personalidad del niño, igual que en los niños con hermanos o familias numerosas. Un hijo único, por el mero hecho de no tener hermanos, no está condenado a desarrollar ningún tipo especial de comportamientos, aunque sí es importante que los padres estén alerta de no exagerar algunas reacciones y así evitar esas actitudes tópicas que se han asociado al hijo único, como la actitud sobreprotectora derivada de la atención exclusiva que se da al niño.
El riesgo principal de la educación de un solo hijo es que la atención exclusiva se convierta en exceso de atención. Esta atención en su justa medida proporciona al niño seguridad, autoestima, confianza en sí mismo, etc. Pero el exceso de atención ligado al miedo de que le suceda alguna cosa negativa, es fácil que se convierta rápidamente en una actitud sobreprotectora.

Por lo tanto, es importante estar alerta a los siguientes comportamientos o actitudes:

·         Preocupación excesiva y/o miedo exagerado a que al niño le pueda suceder algo malo. Es importante controlar este temor e intentar no mostrarlo delante del niño, ya que fácilmente se lo pueden transmitir y convertirlo en una persona miedosa e insegura. Por otro lado, este miedo provocará que no se le deje disfrutar de actividades que podría vivir muy satisfactoriamente, como ir de excursión o colonias, practicar según qué deportes, etc. Es importante evitar verbalizaciones del tipo “ves con cuidado”, “vigila” y no negarle que haga actividades sólo por el mero hecho de que a los padres les dé miedo.
·          Realizar valoraciones indiscriminadas o gratuitas del tipo “eres el mejor”, “eres el más guapo, el más inteligente…”. Con el fin de evitar que el niño se convierta en una persona engreída, egocéntrica y narcisista, es importante que aprendan a valorarle los comportamientos concretos, como por ejemplo: “¡Muy bien! El gol que has metido es genial”, “tienes unos ojos preciosos” o “te felicito por la nota de matemáticas”.
·         Es importante facilitar al niño el contacto con otros niños de su edad, para que pueda desarrollar habilidades sociales y comportamientos que sólo se aprenden compartiendo tiempo y espacio con otros niños, por ejemplo, el compartir. Es por este motivo que los padres de un hijo único deberían fomentar este tipo de relación, por ejemplo apuntándolo a un deporte, quedando con familiares y amigos con niños, etc. Por otro lado, también es importante tener en cuenta que al no experimentar los típicos roces y peleas entre hermanos, puede tener alguna dificultad para gestionar este tipo de conflictos. Los padres no deben intentar evitar que “sufra”, por ejemplo, defendiéndolo enseguida cuando tiene alguna disputa con otro niño y saber mantenerse al margen. De esta manera irá aprendiendo a relacionarse, compartir, competir, negociar y experimentar peleas y discusiones propias de la edad.
·         La separación entre padres e hijo puede resultar un poco más difícil por ambas partes (inicio de la escolarización, ir a dormir fuera de casa…). Para evitar esta dificultad se pueden favorecer momentos de separación desde que el niño es pequeño, como ir a dormir a casa de un amigo, ir de colonias, etc.
Una vez señalados los comportamientos y actitudes a tener en cuenta en la educación del hijo único, vamos a pensar en las ventajas de la vivencia de un solo hijo.
En lo referente a los padres, podrán permitirse el lujo de destinar más recursos económicos a su hijo y dedicarle más tiempo y atención. Y por otro lado, también dispondrán de más tiempo para dedicarse a ellos mismos.

En lo que se refiere al niño, las ventajas de no tener hermanos serán las siguientes:

·         Desarrollarán con más facilidad su creatividad, ya que deben aprender pronto a entretenerse y jugar solos y eso favorece el desarrollo de su imaginación e invención, recreando mundos de ficción en los que entretenerse largo tiempo.
·          Tendrán más facilidad para desarrollar la generosidad y el orden, ya que no deberá defender sus objetos constantemente de sus hermanos y cuando preste sus cosas tendrá más seguridad de que se las devolverán. Así es probable que se muestre más desprendido con otros niños. Por otra parte, el hijo único aprenderá más fácilmente a responsabilizarse de mantener las cosas en un orden que depende de él en exclusiva, ya que si deja sus pertenencias en un lugar sabe que más tarde seguirán allí porque no hay nadie que se las toque o desordene.
·         Probablemente el hijo único adquiera unos hábitos de estudio con más facilidad ya que en los momentos que necesite concentrarse para hacer deberes y estudiar, no habrá otros niños alrededor que le molesten y le desconcentren. En referencia al tema de estudios, sus padres podrán dedicarle más tiempo a ayudarle en las tareas escolares.
·          El trato del hijo único con adultos puede agilizar su desarrollo intelectual lingüístico y emocional debido a los modelos adultos a seguir.
Por último, el hijo único se perderá todo lo que implica tener una relación de hermanos, tanto lo bueno (como la compenetración para toda la vida) como lo malo (celos, envidia).
Es importante destacar que cuando entre el primer y segundo hermano hay una diferencia de siete años, se puede considerar al hijo mayor como hijo único, ya que en sus primeros años de vida, que son los más decisivos en cuanto al desarrollo psicológico y emocional, se habrá educado como tal. Es por eso que es tan importante que el niño se crie en un ambiente familiar equilibrado, como un miembro más y no como el centro de atención, y así le sea más fácil y natural compartir espacio, afecto, tiempo, objetos, padres, etc.